El pasado día 18 de este mes de Noviembre 2017, unos cuantos amigos sexagenarios y antiguos compañeros del colegio de hace 51 años, nos desplazamos hasta La Garganta, en Cáceres, pero muy cerquita de Béjar, ya que uno de los compañeros que, aun viviendo en Béjar, tiene una casa en aquel pueblo.
Ayuntamiento y centro de salud. |
Bueno esto viene, porque desde que el pasado año 2016 celebramos el cincuentenario de salida del Colegio Calasanz de Salamanca, nos reunimos algunos con cierta frecuencia. Y este viaje surgió en la última comida en un restaurante de Salamanca.
Santi dijo que que quería un compromiso firme de todos los que estábamos allí, para ir a su casa y que él se encargaba de la comida. Bueno, él y su esposa. Así que nos apuntamos todos, junto a nuestras esposas.
Los de Madrid, excusaron su asistencia por incompatibilidad de horarios para el traslado.
Angel L., y esposa tampoco fueron por algún problema que se lo impidió.
Gracias a Santi y esposa por todas sus atenciones.
Guti aportó un jamón ibérico para chuparse los dedos ( bueno eso decían todos y todas, ya que yo soy vegetariano y no lo probé).
Leo y esposa (que residen en Alicante) un buen vino de Rioja, que nos sentó de maravilla.
José Luis y esposa (que habitan en Zamora) unos aceitados zamoranos
Manolo, puso el microbús.
Y yo me encargué de coordinar a todos, para que todo saliera bien.
Y el resto, las ganas de compartir. Esto era lo importante.
Así que salimos a las 10.30 h. de la mañana. No hacía falta madrugar. Y , además, teníamos que parar en Guijuelo para recoger a Guti y esposa, así como el jamón y el jamonero. Y ya aprovechamos a tomar un café.
Seguimos hacia Béjar, Baños de Montemayor y La Garganta. Allí nos esperaba Santiago que se subió junto a su esposa al microbús y nos llevaron al Corral de los Lobos.
Una antigua construcción, un corral en el que entraban los lobos y no podían salir. Desde allí disfrutamos de unos paisajes otoñales del Valle del Ambroz
y nos dimos un paseito, porque el tiempo con un sol radiante y un cielo azul nos permitió caminar unos minutos. Y desde allí se podía ver la Peña de Francia.
De nuevo al microbús y volvimos al pueblo. ¡ cómo estaba el pueblo !. Era la fiesta y no había un hueco ni para una bicicleta. El bus tuvo que marcharse hasta la hora de la vuelta.
Y en el pueblo, toda la gente de fiesta y con toros empujados por jóvenes, pero con bolas en los cuernos para no dañar a nadie. La plaza, a rebosar, con puestos de venta. En un momento repartían pan y queso para todos.
Los dulzaineros se aplicaban con ganas a sus instrumentos musicales. Los residentes y visitantes, bailaban, corrían, hablaban, gritaban. Era una algarabía de tal magnitud, que mis oidos "se sintieron acosados" jajaja.
Nos fuimos a comer, pero uno de los toros intentó entrar. Así que hubo que darles un plato entero de jamón, para que los que corrían los toros no perdieran energías y...sacaran al toro.
El cabrito guisado, la tortilla, el jamón el queso, el vino, mis huevos fritos con puntillas y el pan, sirvieron de medio para que nosotros recordáramos viejos tiempos. Sobre todo, los que estuvieron internos en el cole. Eso sí que eran historias!.
Después nos fuimos a una cafetería, en la que pudimos encontrar sitio para todos, porque estaba a tope, a seguir comentando experiencias. En un momento dado, me salí a dar un paseo para hacer unas fotos. Y a la vuelta, ¡ oh sorpresa! el sol comenzaba a esconderse. Me apoyé en una barandilla y allí disfruté de una puesta de sol magnífica. Yo solo, con frío pero emocionado.
Volvimos a la casa, recogimos las pertenencias, nos despedimos de los anfitriones
y volvimos a casa, pasando por Béjar a dejar a Guti y esposa con su jamonero. Por cierto, vaya arte de cortar jamón que tuvieron Santi y Guti. Yo entiendo poco, pero decían que el corte había sido fenomenal.
Enhorabuena !!!.
La próxima, esperamos que sea en Febrero 2018. " ni uno menos pero sí alguno más"